«Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:
un tiempo para abrazarse,
y un tiempo para despedirse;
un tiempo para amar
y un tiempo para la paz.» (Eclesiastés 3:1-8)
Y hoy es tiempo de acción de gracias y…¿de despedida? Las hermanas de la Comunidad de Roma, nuestra casa madre, han querido agradecer a nuestra Madre Fca. María Gil Navazo, Superiora General Emérita, con este gesto tan entrañable…
Despedida y Acción de Gracias a Madre Francisca Gil Navazo.
Madre, así es como nos gusta llamarla, es una palabra pequeña, pero que encierra toda la ternura y el amor más sublime y más limpio que un hombre puede experimentar. Pues una madre es expresión de amor incondicional, de cuidado, a pesar del cansancio, dolores y penas, es consejera, amiga, sonrisa, llanto y silencio…
Todas estas cualidades que se atribuyen a una madre de sangre es lo que en estos años usted, Sor Francisca María Gil, ha dado espiritualmente a la Congregación con entrega y generosidad.
Por eso tomamos las tres palabras del Papa Francisco para traducir lo que sentimos aunque ninguna palabra puede traducirlo : «Gracias, Perdón y Por favor».
- Gracias, por su vida entregada totalmente al Señor, por su servicio, su amor y su delicadeza hacia cada hermana de la Congregación. Gracias por su ejemplo.
Gracias por mostrarnos que todo lo que no se da se pierde y todo lo que no se entrega muere. Gracias por aceptar las muertes cotidianas por darnos vida. - Perdón, por las veces que no la hemos entendido ni comprendido o la hemos juzgado mal, por la veces que la hemos dado dolor de cabeza o noches sin sueño. En fin, por la veces que no hemos sido las hijas ejemplares que usted siempre ha pensado para nosotras.
- Por favor no deje de ser nuestra madre y la cabeza de la congregación al menos en su corazón, en su espíritu y en sus oraciones. Su misión apenas empieza. ¡La necesitaremos para siempre!
Desde sus subidas cotidianas al Sant’Elmo de su corazón, no se olvide de hablar al Señor de la mies que somos nosotras; para que como, usted nos repetía sin cesar: » que vuestra profunda intimidad con Dios os lleve, como a Madre Úrsula, a ser más humanas y sensibles a las necesidades de los hermanos».
Que la Virgen de la Providencia, la cubre con su manto amorosamente, la cuide y la guarde siempre para nosotras. Que el Señor recompense su generosidad y nos ayude a vivir la santidad en el cotidiano vivir, haciendo lo ordinario extraordinario.
Un abrazo fuerte.
Sus hijas que la quieren mucho.
Eladia, M. Luz, Juana, Irene, Marlène, Luci, Isabelle, Antonia, Célestine.